Coherencia

Creo que uno de los grandes retos a los que se enfrenta una persona a lo largo de su vida es la de tomar decisiones que sean coherentes. Es muy fácil dejarse guiar por cómo venga las cosas.
Yo hace unos años estuve en un puesto de trabajo que no estaba para nada alineado con mis valores. Cada mañana iba a la oficina y me decía, “entiendo que lo que estoy haciendo está bien”, pero había una vocecilla que cada vez gritaba más por mucho que la callara que no paraba de repetir: “Bea, esto no” y no había manera. Yo intentaba ser cada vez lo más profesional posible, pero era muy complicado porque, aunque no quisiera y me esforzara en ser lo más profesional posible, no daba mi mejor versión por estar siendo incongruente.
Cuando se me acabó el contrato fue un verdadero alivio. Me sentí liberada de unas cadenas que no me gustaban, que me ahogaban, pero sirvió de algo y es que nunca más he vuelto a hacer eso que hacía y aprendí una cosa: que si quería estar tranquila debía de ser coherente.
La coherencia no solo nos afecta como personas sino que también afecta a los personajes que escribimos.
Si no conocemos muy bien a nuestros protagonistas (los secundarios tienen menos importancia), sus comportamientos, reacciones, su historia personal, sus anhelos, los tics que tienen y hasta ese objeto personal que tienen que nunca olvidan, es muy fácil que se vuelvan personajes incongruentes.
Creo que es muy fácil que ocurra esto en lo que yo llamo “el estado de gracia del escritor”. Es ese momento tan bonito como difícilmente alcanzable que nuestros dedos vuelan por el teclado a toda velocidad y las ideas fluyen como si se trataran de un torrente de agua. En ese estado maravilloso es muy fácil caer en el error en hacer personajes a nuestra medida y no a lo que requiere la historia. Esto no quiere decir que los protagonistas en ciertos momentos sean contradictorios, deben serlo para dotarles de realismo, pero dentro de unos márgenes.
Jon, el protagonista de Ojalá no fueras tú fue todo un reto. En las primeras páginas es el antagonista de la protagonista. Jon es exactamente lo contrario a lo que se espera a un protagonista de una novela romántica. Confieso que durante muchos momentos me caía fatal y temí que no gustara a las lectoras. Por suerte, no es insoportable toda la novela, poco a poco fue soplándome su historia y según avanza la novela muestra su verdadero ser. Y es que contradictorio no es sinónimo de incongruente, porque él está cargado de razones, para actuar como lo hace, y por eso al final, se ha ganado el corazón de tantas lectoras.
Por eso, mi recomendación, es que al igual que en la vida hay que hacer un viaje por el autoconocimiento para no ser una marioneta del destino, que con tus personajes también lo hagas. Quizás no sepas por dónde empezar, pero hay técnicas. Por ejemplo el eneagrama, o hacerle una entrevista completa a tus personajes. Esto último lo he probado con mis últimas novelas y aunque es un poco pesado, funciona. Consigues no solo que tus personajes sean infinitamente más ricos y llenos de matices, aunque no cuentes todo en la historia, sino que te ayudará a distinguirlos a unos de otros y no convertir a tus personajes de futuras novelas en fotocopias.
Y si no eres escritora te lo recomiendo que lo hagas a nivel personal. Enfrentarte a tus incoherencias, a tus miedos, a tus anhelos más profundos te ayuda a conocerte mejor y te prometo que disfrutarás de un viaje del que sacarás un gran crecimiento personal.

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