Hola, hola.
Os dejo un fragmento de Sí, siempre fuiste tú.
Quiero aclarar que como mujer en absoluto estoy de acuerdo con la violencia machista, pero que en esta novela, al igual que en Ojalá no fueras tú, quise ir un poco más allá dentro del género. La romántica es mucho más que una historia de amor, cabe todo y aquí hay un ejemplo.
—¿Si te doy asco por qué no me dejas? Me iré de esta casa y podrás ser feliz. Esto no es bueno para ninguno de los dos.
—¿Por qué quieres deshacerte de mí? ¿Quieres salir para correr detrás de ese cerdo que te hizo daño? —me pregunta tan seguro de sí mismo que me cuesta creer que piense que él no me lo está haciendo. En ningún momento deja de pegarme—. Eres mía, ¿me oyes? ¡Solo mía! Y no voy a permitir que te toque. Que nadie se te acerque, porque te quiero y tenemos que estar juntos hasta que la muerte nos separe. Por eso, Tina, esto que te estoy haciendo me duele más a mí que a ti, pero es por nuestro bien, es para que comprendas que tenemos que estar juntos.
—Darío, por favor, déjame ya.
—No, todavía no has aprendido.
(…)
Me arrodillo vencida y así me convierto en una piltrafa humana. Me lamento, no tendría que haber dejado llegar este momento. Debería haberle dicho a Rocío que no se fuera cuando nos dejaron en casa, ella insistió varias veces, pero yo creí que podría manejarlo. Me arrepiento, tendría que haber pedido ayuda a mis amigas, a mis padres, a alguien… No me tendría que haber quedado callada con el primer empujón, con el control de mi móvil. Tendría que haberlo evitado al primer signo de maltrato, pero creí sus palabras de perdón. No me duelen tanto sus golpes como el darme cuenta de que hace mucho que dejé de tener amor propio. Desde el primer momento en el que permití que me insultara, que me empujara o cuando me hizo daño en el brazo el día que me lo disloqué, tendría que haber huido.