El verano en que me enamoré: un triángulo nunca falla

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Lo confieso: he vuelto a caer en ver una serie adolescente. Sí, yo, esa señora (me duele hasta escribirlo) que juró que ya no se engancharía a historias de veranos eternos y amores imposibles. Pero aquí estoy, atrapada en El verano en que me enamoré. Y pensándolo bien, ¿qué tiene de malo? Nada.

La verdadera pregunta es: ¿por qué engancha tanto El verano en que me enamoré, más allá de bikinis, vestidos blancos y playlists veraniegas?
La respuesta es sencilla: porque bajo su apariencia ligera late una fórmula antiquísima —el triángulo amoroso de siempre— con un aire muy millennial, a lo The O.C. (aunque solo en la estética).

Antes de seguir: voy a hacer muchos spoilers, así que si no quieres saber, te recomiendo que dejes de leer.

Arquetipos en la playa

Belly, Conrad y Jeremiah no inventan nada nuevo. Son versiones modernas de papeles que llevamos siglos viendo:

  • La chica que duda, cuya indecisión enciende la guerra (una Helena de Troya adolescente).
  • El chico callado y melancólico, cargado de silencios que parecen profundos (un Mr. Darcy versión surfista).
  • El chico leal y luminoso, que sostiene incluso cuando toca esperar (un eco de Lancelot con veinte años menos).

Lo fascinante es que, aunque cambien las armaduras por bañadores y bikinis, la pregunta sigue siendo la misma:
¿qué tipo de amor merece la pena?

Belly: Jer, Conny, Jer, Conny… hasta el infinito

Sé que Belly es la que sostiene el triángulo y que sin ella, no hay historia. Pero… Es un personaje demasiado indeciso. Venga, sí, si me pongo el sombrero de adolescente, entiendo que te cueste decidir entre Jeremiah y Conrad, y que, aunque en la primera temporada parece tener bastante claro a quién prefiere, en la segunda y tercera, no tanto. El problema es que, según los acontecimientos externos, se decide por uno u otro y eso hace que los Fisher siempre estén distantes. Duda tanto que hasta el ser de luz que es Susanah y madre de los muchachos se da cuenta y aun así no le dice eso de “a mis niños no los marees, elige. Eso o vengo del más allá y te quedas sin veranos en la casa de la playa”. Su problema es que es muy volátil, como los adolescentes, y sí, sé que sin esas dudas no habría serie, pero en algunos momentos soy incapaz de entenderla. Parece que solo quiere ponerse un vestido espectacular y ser la más admirada en los bailes y fiestas. Y vale, entiendo que a esa edad (de los 17-21) es una parte muy importante, pero creo que son demasiadas las veces que se olvida de que está jugando con los sentimientos de los otros dos coprotagonistas.

Por eso Belly es un poco Helena de Troya moderna: no porque sea “la más guapa”, sino porque sin querer arrastra a todos a un conflicto mayor. Un gesto suyo, una vacilación, y ya tienes a los hermanos Fisher enfrentados.

Conrad: el héroe que se apaga y aburre

No soy objetiva con Conrad. Durante la primera temporada era muy de su team, pero reconozco que es un personaje, que para mí va de más a menos. Puedo entender sus problemas en la primera temporada al intentar proteger a Jeremiah, pero es que en la segunda, y especialmente en la tercera, me aburre. No sonríe, no evoluciona, no arriesga.

Es un héroe herido que cree que callar lo hace fuerte, cuando en realidad lo vuelve inaccesible. Y sí, ese sacrificio de apartarse “por el bien de todos” parece noble, pero termina siendo cobardía. Un buen ejemplo de ello es en la tercera temporada cuando Belly y Jer dan la noticia de su boda. Claro que tiene una opinión, por supuesto que sí, pero se calla para que no piensen los demás nada de él y así le pasa al final de la escena: que se queda solo. (No voy a negar que disfruté ese momento, llámame bruja si quieres).

Como los héroes trágicos, su tendencia es sacrificarse: apartarse “por el bien de todos”. Y, como siempre pasa, no hablar a tiempo también es una decisión. Sé cómo acaba la serie, voy por el capítulo 7 y sé quién es el elegido, pero mucho tienen que justificar su comportamiento para que el final me convenza.

Su relación con Belly es un bucle: enganche, desenganche, silencio… hasta resultar tóxico. Conrad representa el amor que quema, pero que también desgasta.

Jeremiah: el héroe imperfecto

Jeremiah es, para mí, el verdadero motor de la serie. Pero si en la primera temporada es un personaje muy adolescente, preocupado, divertido, que no se toma las cosas demasiado en serio, aunque tiene su puntito de maldad, en la segunda y tercera temporada, para mí es el personaje clave. Alegre, transparente, con la capacidad de cuidar y reír al mismo tiempo. Sí, corre el riesgo de quedarse como “el amigo fiel”, me encanta cuando se planta y dice “no quiero ser tu plan B”, deja de ser el secundario simpático y se convierte en protagonista. En el dueño de su vida. Elige a Belly, pero no renuncia ni quiere hacer daño a su hermano. Ese es un gesto valiente y propio de una persona madura y consecuente, y eso es infinitamente más difícil que posar como héroe atormentado.

Ese gesto lo convierte en protagonista. Elige a Belly sin traicionar a Conrad, demostrando que amar no es servidumbre, sino responsabilidad. Su amor es adulto: un “quiéreme bien” sin adornos. Y eso, en plena adolescencia televisiva, es oro.

Los colores: cuando la estética habla

Uno de los detalles más interesantes de la serie es cómo los colores reflejan las emociones:

  • Rojo para Jeremiah: su coche, su energía, su pasión desbordante. Es el color del amor que arde y vibra, un fuego juvenil que da calor.
  • Azul para Conrad: frío, distante, estático como el hielo. El azul transmite calma y misterio, pero en él también simboliza parálisis, la imposibilidad de avanzar.

Belly, entre ambos, fluctúa cromáticamente. Sus vestidos y tonos marcan hacia quién se inclina su corazón en cada momento. Por cierto, ¿te has fijado en el color de la habitación de Belly en la casa de la playa ?

Y los secundarios…

Aunque el triángulo es el foco, no hay que olvidar a los secundarios que dan vida a Cousins Beach.

  • Susannah: luminosa y serena, es el alma de la historia: representa la fuerza invisible que mantiene unidos a los personajes. Aunque va de moderna, en realidad no lo es tanto. Mención aparte es la ropa que lleva en la serie, que me encanta toda.
  • Steven: el hermano de Belly, aporta ligereza y comicidad, pero también la voz práctica que contrasta con la indecisión romántica. Su relación con Taylor también es también de tira y afloja, pero me gusta muchísimo más, es más realista que la de Conrad-Belly
  • Taylor: (la amiga intensa y leal) ponen sobre la mesa lo que Belly aún no se atreve a afrontar: crecer también significa elegir y aunque al inicio de la serie no me caía demasiado bien. Es la amiga fiel que todas queremos y tenemos. La que va con nosotras al precipicio aunque sabe que nos vamos a caer.
  • Laurel: parece que está dormida en los laureles (lo siento tenía que hacer esta broma tan facilona), es un personaje con el que no he conectado en ningún momento. Es demasiado rígida y tampoco evoluciona demasiado.

¿El amor que quema o el amor que construye?

La serie no atrapa únicamente porque queramos saber con quién se queda Belly, sino porque revive una pregunta universal:

  • ¿Prefieres el amor apasionado, que enciende fuegos y deja cicatrices?
  • ¿O el amor constante, que construye y da paz y tu compañero de vida?

El verano en que me enamoré es adictiva porque mezcla sol, playa y juventud con la estructura eterna de los clásicos.

Yo sin duda me quedo con Jeremiah, es el chico bueno de verdad, el que se merece ser feliz. El que te quiere y se quiere, con el que se puede construir juntos un futuro, aunque tiene sus defedtos. En la vida real lo elegiría sin duda, Conrad es demasiado complicado.

👉 Y ahora dime: ¿eres Team Conrad o Team Jeremiah ?

Por cierto la serie la tienes en Amazon Prime.

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