Para quien no lo sepa, maternar es el término que se utiliza desde hace pocos años para referirse a la crianza y cuidado de los hijos. Hace un rato, cuando acosté a mi hijo, fue la palabra que se me vino a la mente. Siento que solo he maternado en todo el día y me he sentido frustrada.
Bueno, en realidad he hecho más cosas. Esta mañana fui a trabajar, después a buscar al peque a la escuela infantil y me pasé la tarde haciendo cosas para nada glamurosas como recoger, doblar y demás. Y por último fui al parque para que el niño se relacionase y le diese el aire, y ya, cuando solamente quería darle de cenar y acostarle. Mi hijo ha creído buena idea negarse a comer el puré que le había hecho con tanto cariño y me ha tirado un trozo de hamburguesa para hacer la gracia. Puedes pensar: «tu hijo es un malcriado». Bueno, con dieciséis meses hay muchas cosas que todavía no entiende y eso, a veces, se hace complicado de gestionar, no solo con él, sino conmigo misma.
El control de emociones
El primer impulso que he tenido tras estar toda la tarde con él y sentirme agotada fue el de enfadarme y gritarle, pero nuestra generación está aprendiendo que esa no es la forma ideal de educar. Que tenemos que educar en la crianza respetuosa y la disciplina positiva y los estamos integrando en nuestra forma de maternar, pero seamos sinceras, no siempre es fácil. Aun así, y antes de seguir ahondando en el tema, vaya por delante que tenerle ha sido lo mejor que he hecho en mi vida, y que, a pesar de días como hoy, si pudiera volver a tener la opción de no ser madre, no conocerle y no echarle de menos o tenerle, jamás elegiría la primera opción. Creo que ser madre me ha cambiado para bien, porque es sin duda lo mejor que me ha pasado en la vida, pero eso no quita que, como todo, tenga sus luces y sombras. Lo siento, si buscabas un post hablando de que ser madre es maravilloso y no tiene momentos duros, no es cierto, por eso si buscas una imagen idealizada de la maternidad te recomiendo que no sigas leyendo. Aquí no vas a encontrar nada parecido.

El deseo de controlar el tiempo
Hay veces que me gustaría tener tiempo. Es más, si se pudiera jugar con el tiempo de delante hacia atrás, en días como hoy, me encantaría que se pudiese durante un rato, que él fuera mayor y poder descansar media hora y que luego volviese a tener la edad que tiene ahora mismo. Puede que suene como una locura, pero si eres madre, creo que me entenderás. Y es que ser madre agota, aunque también es cierto que antes de serlo, acababa igual de cansada, solo que antes podía tumbarme y hacerlo tranquila. Qué lejos quedan aquellas tardes de los fines de semana en los que podía dormir la siesta y descansar. La sensación que tengo es que todos los días son igual de interminables, pero que los meses vuelan.
Autosabotaje y comparaciones en la maternidad
Y luego está el tema del autosabotaje y las comparaciones. A mí me pasa mucho con el tema de las comidas. No me gusta cocinar, lo hago por necesidad y siempre tengo que estar luchando contra la pereza. He probado alguna vez a intentar hacer un menú semanal y cumplirlo, pero me cuesta horrores seguirlo y cuando una mamá o papá dice “pues yo cocino” y me dicen los platos que parecen de alta cocina infantil, me siento como una mala madre. A continuación, me surge la necesidad cuando llego a casa de empezar a buscar recetas de cocina, de las que, por supuesto, hago una o dos en el mejor de los casos y vuelta a la casilla de salida. Y es que al final, en esto de maternar, no se vive muchas veces, se sobrevive.
La trampa mental de la maternidad perfecta
Como decía, la cabeza es una traidora. La cabeza no ve que a lo mejor tú no cocinas o no planchas o no llevas a una extraescolar, pero estás haciendo otras cosas que son también fundamentales para su desarrollo. Pero qué casualidad que jamás el primer pensamiento no sea el que nos deja en buen lugar. Y es que, en vez de ser benevolentes con nosotras mismas, solemos tender a ser al revés. El origen, estoy convencida, de que en parte viene por nuestra educación. Aunque se nos haya criado de una forma más o menos abierta, antes las mujeres solo criaban a los hijos y trabajaban. Ahora nosotras nos hemos dado cuenta de lo importante que es hacer otras cosas para no perdernos a nosotras mismas y, por supuesto, también a nuestras parejas, si queremos mantenerlas.
Reflexiones sobre generaciones anteriores
Hemos visto en el ejemplo de nuestros mayores y parejas que conocemos, mujeres que se han dedicado toda su vida a ser madres y cocinar. Quizás la mala fama de algunas suegras pueda venir por ahí. Se comportan como lo hacen porque fueron hijas de su tiempo y, posiblemente sin ser conscientes de ello, también sintieron la presión de unas expectativas demasiado altas que les dejaron marcadas. Puede que ahora que sus hijos han crecido y no están con ellas, se sientan vacías porque es lo que estuvieron haciendo durante veintipico años de su vida y no saben hacer otra cosa. No hay que olvidar que ellas crecieron en una sociedad muy machista en la que cuidar a los hijos era cosa de mujeres y tienen tan interiorizados ciertos patrones que ni se dan cuenta de ello. Puede que estemos juzgando a otras mujeres de manera injusta.
Te juro que esta reflexión no estaba planeada.
¿Y si nos estamos equivocando? ¿No estaremos juzgando a nuestras suegras o madres sin ser conscientes de dónde vienen? ¿No estaremos siendo injustas con ellas?
El tiempo limitado con nuestros hijos
Y ¿sabes qué? Que se ha hecho el cálculo del tiempo que se va a pasar con los hijos a lo largo de la vida. Aquí te dejo un vídeo de Álvaro Bilbao, pero si quieres evitar meterte en el agujero negro que son las redes sociales, te lo resumo. Se estima que estaremos vivas unos cincuenta años desde que nacen nuestros hijos. A los veinticinco o veintiséis (si no antes) se irán de casa. Con dieciocho ya no querrán irse de vacaciones con nosotros y preferirán irse con sus amigos. Desde los catorce más o menos ya no querrán pasar las tardes de los fines de semana, y desde los doce querrán pasar alguna tarde del fin de semana con sus amigos. Echa cuentas ahora de cuánto tiempo te queda de vivir con tu hijo… Da vértigo, lo sé. Cuando lo leí por primera vez, abracé a mi hijo hasta que se dejó y es que, como todo en la vida, hay que dejar ir.
Cuando lo leí por primera vez, abracé a mi hijo hasta que se dejó y es que, como todo en la vida, hay que dejar ir.
Equilibrio entre maternidad y desarrollo personal
Por eso, como todos los hijos en algún momento abandonarán el nido y porque ser madre no implica que dejemos de ser las mujeres que éramos antes de que nacieran, no hay que olvidarse del todo de nosotras mismas. Antes de tener hijos y de tener que maternar, tenías, teníamos sueños, y había cosas que nos cargaban las pilas y ahora. Ahora, con mucho menos tiempo disponible, seguro que, como yo, sientes que haces malabares todo el rato y no llegas a nada del todo bien y te sientes fatal, sientes culpa. Porque en esto de la maternidad hay una verdad absoluta y estarás de acuerdo conmigo: hagas lo que hagas, siempre sentirás culpa. Siempre. Hace un tiempo leí en el libro «Encuentra tu persona vitamina» de Marian Rojas Estapé que decía que había que intentar ser de notable en cada una de las facetas de nuestra vida. Es imposible ser la madre perfecta, la mujer perfecta, la trabajadora perfecta y la perfecta en todo, así que hay que optar por hacer las cosas lo mejor posible sin volvernos locas.
Estrategias para mantener la identidad personal
Así que yo he optado por ir a rachas. Vamos, lo que he hecho siempre, pero intentando no sentirme demasiado culpable. Puede que una temporada sea la que más baje al parque armada con pala, cubo y niño en mano, y etapas en las que irá su padre y otras no. No sigo con ejemplos porque me vuelvo pesada y creo que me entiendes. Lo que intento hacer es sacar un ratito al día, aunque sea pequeño, para hacer aquello que me hace mantener el cable a tierra. Por eso sigo escribiendo, aunque no sea todos los días; un ratito semanal saco. Y no te voy a engañar, sigo con el manual de propiedad intelectual y de momento tengo apartada mi sexta novela y odio esta sensación, pero también sé que es una fase y la echaré de menos.
Conclusión: La importancia del autocuidado en la maternidad
En resumen, esto de la maternidad es una yincana constante. Cuando son muy pequeños, porque van por la vida sin miedo y tienes microinfartitos cuando se les ocurre meterse una piedra en la boca o subirse a una silla sin que estés mirando. Pero compensa. Creo que lo más difícil es mantener el equilibrio. Sí, en la crianza respetuosa intentamos llevarlas todas a rajatabla e intentar no cometer errores de otras generaciones, pero si puntualmente le tenemos que levantar la voz porque estamos agotadas, nuestros vástagos podrán superar el trauma. No tenemos que olvidarnos de cuidarnos a nosotras mismas. Recuerda que ser una «buena madre» no significa ser perfecta. Significa estar presente, quererles y hacer lo mejor que podamos con los recursos que tenemos. La maternidad puede ser muy solitaria algunas veces, pero no estamos solas, sabremos hacerlo. Y como estamos en la semana del amor, autocuidarse también es sacar un ratito para leer. Si te apetece sacar un ratito para ti, puedes echarle un vistazo a algunas de las novelas que tengo. Que, por cierto, a fecha de este post, No sé qué hacer sin ti sigue disponible como venta flash en Amazon o, si las prefieres firmadas y dedicadas, puedes comprarlas por aquí.
Nos leemos en el siguiente post.
Un abrazo
Bea